Con este punto de partida, lo lógico sería pensar de qué hablamos de un documental centrado en responder la incógnita de por qué jamás lograron el salto a la fama, y hacer un análisis musical. Seamos sinceros, un documental de esa índole no habría tenido el éxito de esta cinta de Sacha Gervasi, director de Hitchcok, donde lo humano y emotivo son el pilar principal. Steve "Lips" Kudlow y Robb Reiner, fundadores de la banda aún siguen tocando y luchando por concretar ese sueño que cada vez les es más lejano. Sus vidas distan de lo que uno podría esperar del glamour de un rockero. Lips trabaja en una empresa de cattering para niños, y Reiner aparece haciendo trabajos en la construcción. Son trabajadores y hombres de familia de los suburbios con look de rockeros. Encuentran su hábitat natural a la hora de tocar en pubs, o bares locales. Conciertos chicos, no más de cien personas. Hay una parte dedicada a una gira que realizan por Europa, llena de dolores de cabeza, donde la manager parece un peso más. Las frustraciones se hacen palpables, a tal punto en el que hay un golpe de realidad donde Lipps cuenta que esa gira fueron sus vacaciones laborales. A pesar de todo, lo viven casi como un escape, o un deguste de lo que podría haber sido.
Sacha Gervasi logra ponernos en la piel de la banda, o más bien del dúo Reiner – Lips al sumergirse de manera muy intimista en sus vidas. La fuerza de este documental se da en la forma en la que logra una confianza tal, que en un determinado punto parece que se olvidan de la presencia de las cámaras. Esto es muy importante sobre todo cuando tenemos en cuenta la personal muy emocional de Lips, que se complementa con el casi estoico Reiner. Esto le da un cierto protagonismo al primero, que sirve como eje conductor en la historia. En él es donde el deseo de triunfar se nota más, y arde. Las presiones de los altibajos en la gira parecen caer sobre sus hombros, y hay momentos en los que estalla. Otros son muy emotivos, incluso un tanto íntimos. Es evidente que hay mucho material crudo, lo que le permite al director el lujo de brindarnos algunas escenas muy ricas en el aspecto humano.
Otro gran acierto está a nivel edición. El documental está estructurado de tal manera que se logran grandes momentos de tensión y una especie de línea argumental, llena de altibajos, donde hay incluso un clímax, y llegamos a rogar que salgan las cosas bien. Lo que logra, es mostrarnos una historia de vida, íntima y poderosa que respeta los cánones narrativos, haciendo que en ningún momento la cinta sea tediosa. Incluso hay una suerte de ciclo que se cumple entre el principio y el final. Esto es posible gracias a un trabajo documental bastante intenso y de varios meses de duración, donde se nota que estuvieron casi al acecho de momentos como el concierto del final. El resultado final se nota.
Es raro encontrar un documental de esta calidad y con tanta carga humana. Es muy probable que al terminar de verlo terminen cantando ¨Metal on metal¨, y si están con amigos, acompañado con un pogo en honor a estos soñadores.
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