Los X-men son como una maldición en la carrera de Claremont. Su primera etapa es uno de los grandes clásicos del cómic americano, y sin dudas ha sabido convertir a un cómic en una franquicia. Por más que escriba otras cosas fuera de este universo, siempre queda esa sensación de que leemos X-men. Cuando se publicó “Star Trek: Deuda de honor” en los 90s, nos sorprendió a todos porque logró algo que se sentía más Star trek que aquello que dirigió nada más y nada menos que por el señor Shatner. En esta novela gráfica, que está ambientada un poco después de la cuarta película, Claremont tomó como eje central de la historia los ataques de unos seres desconocidos que siempre ponen en jaque a los personajes cuando atacan sus naves. Las sagas del espacio y este tipo de enfrentamientos son algo a lo que nos tiene acostumbrados el autor. Se siente cómodo construyendo esas atmósferas claustrofóbicas y desesperantes de las que los protagonistas apenas logran escapar sin entender del todo que fue lo que los atacó. En parte, recuerdan a esos episodios de X-men ilustrados por Dave Cockrum en los que se enfrentaban al nido, pero se aleja de su maldición gracias a su sapiencia de Star Trek, el conocimiento de los personajes y la capacidad de caracterización que tiene. Lo verdaderamente interesante, es que estos encuentros se dan a lo largo del tiempo y se relacionan mucho con la historia tanto de la serie original, como de las primeras películas. Claremont es muy hábil a la hora de tomar hilos tanto de tramas, e incluso personajes, para ir construyendo un entramado de lo más interesante y logra algo que necesitaba la era de Kirk y Spock: Una historia en donde se sienta una conexión, así se convierta en una saga y no aventuras sueltas. Hay mucha complicidad entre la tripulación del Enterprise y se nota que han pasado años juntos. La química entre el gran trío es impecable, Bones McCoy logró refinar su sarcasmo, Spock mas sabio y Kirk aparentemente sienta cabeza. La lealtad y la amistad que existe entre ellos y otros que conocimos tanto en la serie, como en las películas, brilla cuando van descubriendo más de esos seres a los que enfrentó Kirk. En esas batallas, siempre tuvo una aliada inesperada, la vulcana T’Cel. Ella se termina convirtiendo en un reflejo femenino de Kirk. No por nada le da ese toque de amor trágico que termina de darle los matices que la historia necesita. Con tantos personajes hay muchos diálogos. Son interesantes y muy profundos a veces, sin dejar de ser divertidos. Como es costumbre en el autor, demasiado extensos. Hablan tanto que a veces se vuelve pesada la lectura y uno se encariña de los seres porque no hablan.
Si a Claremont le tocó un trabajo importante para caracterizar a los personajes, Adam Hughes tuvo que hacer el doble a la hora de documentarse. Hay tantas referencias a escenas específicas, que corría el riesgo de quedar en ilustraciones estáticas que las imiten. Juega siempre con el dramatismo que tienen para darles mucha fuerza y la elegancia que tiene su estilo. Las expresiones y gesticulaciones son impecables. Sorprende incluso que a secundarios que no vimos desde la serie original, les haya dado las facciones que tendrían por el paso de los años, la más notable en esto es Jame Finney, también muy bien caracterizada. Incluso consigue reflejar de manera sutil la sobre actuación de Shatner cuando personifica a Kirk y esa dulzura que a veces dejaba escapar Spock mayor. Le falta espectacularidad en las batallas de naves, pero eso no es problema, porque la mayor parte de la historia pasa dentro de ellas.
Cuando autores que son fanáticos de una franquicia ponen pasión, muestran la riqueza de historias y personajes que hay en Star Trek. Deuda de honor es una de esas novelas gráficas a las que terminamos imaginando inevitablemente como la gran película que no fue. Es una gran historia que tiene algunas fallas típicas de Claremont. El dibujo de Adam Hughes tiene la fuerza y la dinámica elegante que nos recuerda que es un cómic. Un excelente cómic.
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