Con su vuelta al cómic comercial a través del sello ABC comics, Alan Moore intenta revivir la chispa perdida de los cómics. No faltan las aventuras, la ciencia ficción, e incluso un reciclaje de héroes de
literatura clásicos. Con Promethea, apostó de nuevo a las historias cargadas de teoría de magia moderna. El tema era acercarla a un público masivo sin perder lo ambicioso ni la complejidad de la obra. Encontró la vuelta necesaria al encarar la historia como un cómic de ciencia ficción con elementos de super héroes. La magia aparece gracias al concepto de Promethea, una suerte de heroína, que se aparece en distintos medios, desde poemas, pulps hasta historietas clásicas. Eso existe, sin embargo va más allá, sumando obras ficticias en donde también aparece y son muy funcionales dentro de la historia. Son justamente lo que investiga la protagonista, Sophie Bangs, para descubrir más sobre este mito, que es la llave al reino de la inmateria. Esto es algo peligroso que la termina metiendo en problemas, y la obliga a convertirse en la nueva encarnación de Promethea. Junto a ella, vamos descubriendo sobre las encarnaciones y el mundo de la imaginación colectiva, el de la inmateria. De aquí parten las ideas, las historias. Allí es donde están interconectadas y se las arreglan para materializarse en nuestro mundo. No es tan simple como aparenta. Ese mundo tiene sus reglas asentadas en la filosofía de la magia, cosa en la que Moore se explaya a través de las otros personajes que le explican sobre el tema, o incluso con las propias conclusiones de la misma Sophie Bangs. Tanto el mundo material, como el de la inmateria están construidos con una complejidad enorme que solamente alguien con la maestría narrativa de Alan Moore puede lograr. Nos encontramos por un lado con todo con elementos culturales que coexisten con otros ficticios, como el Gorila llorica, un reflejo de la mentalidad postmoderna a modo de tira cómica, un grupo de super héroes creados para este cómic, que sirven para una subtrama y personajes muy ricos en cuanto a su psicología. Gracias a esto puede contrastar con la inmateria, donde convergen historias, mitos, ideas, y mucho más en una mezcla surrealista como lo es la imaginación misma.
Muchos dibujantes sufrieron las exigencias gráficas del guionista. Algo tan complejo como es Promethea, necesita una mano virtuosa, que pueda no solamente enfrentarse a lo técnico, sino estar al nivel
imaginativo. Es aquí donde entra J. H. Williams III con un trabajo sublime. Cada página es digna de ser encuadrada. Williams III es de esos ilustradores que ven más allá de las viñetas y necesitan hacer una composición en la misma página al estilo de Alcatena. El nivel de detalles y la elegancia del mundo material, tiene una impronta gráfica bastante sobria que termina de configurar esa complejidad que le da el guión. En donde se luce y desata la imaginación en todo sentido, es en la inmateria. Lo surrealista cargado de guiños culturales y paisajes oníricos, le permiten experimentar al máximo y crear a gusto. Es aquí donde terminamos de entender este concepto de Moore. El contraste entre las dos caras de la realidad dan un resultado sorprendente.
Hay veces en las que los grandes autores se las arreglan para crear obras personales siguiendo las reglas del cómic comercial. En Promethea Moore y Williams III se dan el gusto de crear un cómic con una complejidad enorme dentro de estos parámetros. En ningún momento de este primer tomo es densa o aburrida. Es un viaje a un mundo distinto, ilustrado con maestría, en donde nos embebemos de una filosofía distinta, lógica y muy coherente.
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