Una tribu
que olvidó su idioma es algo que debería tener pilas y pilas de libros que
estudien el fenómeno y más allá. Hay un solo libro y un solo experto en la
tribu de los Galochas, el profesor Mercapide. No hay que buscarlos, uno los
encuentra por casualidad, como es lógico con un pueblo que no tiene lugar fijo,
sino que lo alquila. ¿Qué le vamos a hacer? Son gente exagerada.
Con doce relatos, ni más ni menos, el señor Juan Sasturain, un posible galocha, con ayuda del galocha honorífico Liniers en dibujo, logra juntar las suficientes piezas para que nos armemos una imagen global de lo que es realmente esta tribu. Cada uno de los relatos puede funcionar por si solo por tener un protagonista, o un exponente de algo. Por ejemplo, Pelafustan, el primer y último tiarca, que se alejó de los clásicos patriarcados o matriarcados. Fue el tío supremo. También hay gente como la maestra de maestros de sentimientos, Suspiria que supo que siempre queda algo que enseñar cuando se acaban las historias. Y otros más que si los nombro, no va a quedar libro para que lean.
Lo curioso es la forma en la que siguen en grupo a cada uno de estos personajes, y como se afecta su forma de vida y de pensar. Actúan, meten la pata o adoptan algo, siempre desde su propia forma de ser y desde su lógica. Solamente a esta gente se les ocurre que su líder sea uno de esos tíos bonachones, que dedica su tiempo por igual para cada uno de la tribu. A veces aprenden y el profesor Mercapide saca conclusiones geniales. En otras solamente viven el error.
Como dijimos, es gente exagerada, así que estas historias que se intentan disfrazar de texto científico contado, son tomadas desde lo absurdo y la ironía. Dentro del juego, Sasturain hace que pensemos. Se nota su base literaria y sorprende la facilidad con la que logra complicidad con los lectores. No son historias triviales aunque sean divertidísimas. Hay una sabiduría y filosofía de vida que salen escarbando un poco. Estos personajes tan simpáticos no son más que un reflejo exagerado de nuestra sociedad donde brillan los guiños a la cultura argentina.
Si es que hay algo para criticarle al libro, es que el pacto de lectura no se establece de entrada. Uno no sabe si es un libro infantil, algo irónico para adultos o si la apuesta va para todo público.
Algo que debería estar mencionado, pero supongo que se lo habrán olvidado en la imprenta, es que es un libro corto que se lee en una sentada. Es muy divertido, tanto que se escucha la voz de Juan narrando con una risita cómplice lo que estamos leyendo. Es posible que los deje pensando, pero no al estilo de la filosofía existencialista, sino de esa forma que solamente lo logran los consejos de un tipo simpático.
Si Liniers, el galocha honorífico, llega a leer esta reseña, va a pensar que me olvidé de él. Como no hay fotografías que nos completen las historias de esta gente, hace falta alguien que pueda sintonizar con todo. Logra retratar a los protagonistas, sintetizando con su estilo, cada una de las historias sin arruinar la sorpresa. Si hojeamos el libro, sus dibujos de los galochas saltan a la vista con simpatía y originalidad, pero para saber que son, vamos a tener que leer. No compiten con lo escrito, se complementan como una milanesa y las papas fritas.
Los galochas es una de esas obras que salen de lo común con una apuesta original y divertida. Esas dos palabras no quieren decir que este libro sea algo para pasar el rato. Tiene su profundidad y cosas muy lindas que están entre líneas. Además las ilustraciones dan gusto.
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