El protagonista de esta historia, del que nunca conocemos el nombre, vuelve después de varios años a su pueblo para un funeral. En medio de las visitas de cortesía, hay algo que lo lleva granja de la familia Hemstock. Allí ciertos recuerdos de la infancia comienzan a aflorar como un océano que ha estado perdido, en especial Lettie Hemstock. Ella y su familia son mucho más de lo que aparentan y terminan abriendo un mundo de magia y series que existen desde antes del universo al protagonista. No es una historia de magia, es de un niño que va descubriendo los peligros del mundo de los adultos y la amistad a través de una historia intimista llena de simbologías, guiños a la historia y por supuesto, de gatos.
A Gaiman le gusta que los niños sean héroes. Su visión del mundo no se ha cerrado a lo lógico como la de los adultos, y a su vez se maravillan y asustan de una forma más pura, que hace que nos terminemos sintiendo vulnerables en muchos capítulos de la novela. No es la primera vez en la que escribe una novela en la que juega con los recuerdos de la infancia y la forma en la que pueden ser manipulados. Han pasado varias obras desde que escribió su primera novela gráfica “Casos violentos” y otras más desde el último número de Sandman. Se ha vuelto un maestro de la fantasía para adultos y también ha aprendido a crear tramas que giren en torno a los recuerdos olvidados. Sin embargo hay algo más, lo mágico que se abre paso con mucha sutileza en la trama. Es tanto el grado de dominio que tiene a la hora de mostrar cómo estos seres se han adaptado a nuevas formas de vida sin perder su esencia, y mucho menos su identidad, que dudamos de si no pueden existir en este mundo. En parte, esto recuerda un poco a ciertos personajes de otras obras, como “American Gods” y “Neverwhere” sin embargo, aquí juega con el elemento cotidiano, al que usa para mostrar que hay algo maravilloso en su naturaleza, que trasciende a todo lo que las rodea, incluso a un desayuno. Hay muchos elementos de sus otras novelas que se repiten, Gaiman se siente cómodo construyendo con ellos, pero aquí se notan mucho más refinados y funcionales a algo más profundo, que termina definiendo al personaje. Incluso cuando él no lo haya recordado hasta que vuelve a la granja Hemstock después de tanto tiempo.
Neil Gaiman es un autor que se ha sabido ganar su espacio como un maestro de la narrativa fantástica moderna. En “El óceano al final del camino” hay un escritor maduro que ha comprendido que lo fantástico no es más que un medio para explorar cosas mucho más profundas y hacer que ese lado humano del que está tan embebida la novela, resuene más.
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